domingo, 24 de noviembre de 2013

Ahora que aun puedo opinar. ¡Pobre España!

Dentro de un par de días cumpliré años y siempre que se acerca un cumpleaños pasa por mi cabeza la película de mi vida y lo bueno de cumplir es que cada vez tiene más capítulos.

Lo que no pensé nunca fue ver a mi país tal como está ahora, de mal en peor, cuesta abajo y sin frenos.
Me da pena, mucha pena, he llorado a menudo con imágenes de personas que lo están pasando muy mal. Porque en los telediarios son números, pero en la realidad son vidas, cada una con su historia y su carga más o menos pesada.

España, el país de la solidaridad, el primero en socorrer ante cualquier desgracia en cualquier parte del mundo tiene muchos niños que pasan hambre y van al colegio sin desayunar y sin materiales.

¿De qué nos suena esto a los españoles? Pues de hacer paquetes con ropa, alimentos, materiales escolares, medicamentos, juguetes etc etc para enviar a países con una situación desesperada y ahora la desesperación campa por libre en demasiados hogares españoles. Y entiéndase por hogar el núcleo familiar, no una casa, porque muchos han perdido la suya y hasta ese núcleo anda desperdigado entre familiares y amigos que les brindan una acogida a los más afortunados.

Solo pensar que hay niños que en España pasan hambre se me parte el alma. Y en cualquier país, entiéndanme, un niño es un niño y punto. Pero claro, en este momento hablo de lo que pasa aquí, muy cerquita, en cada barrio y tras cada puerta una realidad que a veces solo los de dentro conocen y sufren en silencio.

Ancianos que tras una vida de trabajo que son los que levantaron este país se mueran viendo como se hunde y como se van al carajo de un plumazo en menos de dos años un motón de derechos que tanto sacrificio les costó ganarlos y tantos años de lucha perdidos tan rápido.

Yo tuve la suerte de tener una infancia muy feliz y no me faltó de nada. Ni amor ni cuidados, ni buena alimentación, ni estudios, ni juguetes, ni diversiones ni caprichos. No me malcriaron, se me enseñó siempre el valor de las cosas. Pero pude ir al circo, al cine, al parque de atracciones, comer helados, comprarme chuches, comics…. Tener mi bicicleta a pesar del miedo de mi madre y patines… Las cosas que le gustan a un niño.

Los niños son nuestro futuro, deben crecer felices, sin preocupaciones, soñando, fantaseando porque ya tendrán tiempo cuando sean mayores de tener preocupaciones. Es el tiempo de jugar, de aprender, de crecer y hacerse fuertes no de sufrir y de ver padres tristes con sonrisas tristes.

Yo no recuerdo de niña oír hablar de política como se hace ahora. Era de otra forma, pero ahora que soy mayor veo que era  política al fin y al cabo, eso si encubierta muchas veces en forma de relatos en los que no faltaban las opiniones de los más valientes y eso dependiendo de quién estuviera delante, esto último lo entiendo ahora.

A mi me gustaba estar con la gente mayor y sentarme a escuchar sus conversaciones, muchas veces me echaban jajaja anda niña vete a jugar. Pero siempre que podía pegaba la oreja para escuchar historias de la guerra y de postguerra que  me sonaban a película en blanco y negro.

Mi abuela y mi madre me contaron muchas cosas de la guerra. Dos generaciones que la vivieron juntas pero de forma diferente. Mi abuela joven con dos niñas, embarazada y sola. Mi madre una niña, de las dos hermanas la mayor.

Barcelona capital, mi madre me contaba que oían pasar los aviones y que cuando bombardeaban corrían todos al refugio que había en el palacio de los deportes en frente de casa. Que a ella no le gustaba porque no se sentía segura, pensaba que si caía una bomba se podían quedar encerrados sin poder salir del refugio y que a veces no entraban, ella y sus amigos se escondían para ver los aviones y las madres como locas buscándolos.

Recordaba las colas con las cartillas de racionamiento para buscar alimentos. Horas para una barra de pan.  Un día mi abuela y ella estaban en la cola. Mi abuela estaba embarazada de unos 7 meses y mi madre le dijo:
-.Mamá váyase a descansar a casa un rato que yo me quedo en la cola y luego vuelve.
Así lo hizo mi abuela, y cuando regresó y se metió en la cola una señora le dijo que se estaba colando y la empujó y mi madre le largo una buena patada. Mi madre era muy pequeña porque nació en 1930 así que aun no tendría ni los 9 años.

A mi abuelo lo enviaron a Francia con la división azul. Contaba la Yaya (mi abuela) que llegó llenito de piojos, flaco y enfermo porque era asmático.
Mi abuelo me contó que llegaron a Francia y los metieron en unas canchas de tenis a esperar que les dieran ordenes, acampados allí de cualquier manera y se olvidaron de ellos no se cuantos meses porque no combatieron, pero que pasaron mucha hambre y mucho frío hasta que los mandaron a casa.

Las mujeres estaban solas. Se unieron mi abuela y sus hermanas, mientras una cuidaba los niños de todas las otras se buscaban la vida para traer comida a casa.  La tía Paquita era la encargada de cortar y repartir el pan. Cuenta mi madre que las lonchas eran tan finas que jugaba con sus primos a ver quién veía mejor la bombilla a través del pan. Desde entonces creo que se le quedó la obsesión por el pan. Siempre quiere tener pan almacenado y jamás le he visto tirar ni un mendrugo, lo guarda en la bolsa para después así esté duro.
 Fueron niños que pasaron mucha hambre y ahora no soportan ver como se repite la historia que los hijos de sus nietos pasen hambre.

Pues la generación de mi madre creció en un país en ruinas y con el esfuerzo de la de mis abuelos y luego con la de mis padres salió este país adelante y consiguió salir de una dictadura a una democracia y ganar tantos derechos sociales que costaron sangre y mucho sudor conseguirlos para que ahora en su vejez vean como desaparecen por el egoísmo de unos pocos contra los intereses de muchos.

¡Muy triste!  Por eso muchos viejos dicen que algunos no entienden lo que costaron y no comprenden la pasividad ante tanta injustica, ellos que se jugaron el todo por el todo.

 Antes bastaba que alguien te acusara de “rojo” para que se te detuviera sin más y de ahí pa’lante a saber que pasaba contigo.

Si eras homosexual se te aplicaba la ley de vagos y maleantes y te molían a palos.

 Cuando más de cuatro amigos se reunían juntos ya era sospechoso y había que dispersarse.  Etc etc….

La generación de mis padres corrieron muchas veces delante de los civiles que iban repartiendo palos en la manifestaciones. Pero lo consiguieron.

Mi generación lo tuvo mucho más claro, Franco murió cuando yo estaba a puntito de cumplir 14 años y crecí en democracia deseando ser mayor de edad para votar porque en mi casa se me enseñó lo importante que es poder decidir el futuro de mi país.
Y este país empezó a cambiar, abrirse al exterior, a tener libertad de expresión en todos los sentidos….. corrieron muy buenos tiempos.

Crecí me hice mujer, esposa, madre, empresaria, voluntaria, ahora abuela y siempre libre.
Ahora empiezo a vivir la mitad de mi vida y veo como desparecen día a día más derechos en España con tantos recortes y leyes injustas.

Servicios bien asentados como la sanidad y la educación pública merman y se tambalean a pique de quebrarse. La justicia ya no es gratuita y ahora nos quieren poner una mordaza para que no protestemos, amenazando al pueblo con represarías, cargas policiales, multas y cárcel, no nos engañemos que la cosa irá a más y no a menos si no los páramos.

Ay que mover el culo y que el país entero se eche a la calle porque no podrán con todos.

A mi para mi cumpleaños de regalo me gustaría que despareciera este puñetero gobierno que está metiendo en la mierda de mala manera a gran parte de los españoles.

Pero como sé que es un deseo que no se cumplirá aprovecho la ocasión para decir lo que pienso ahora que aun puedo.

Espero poder seguir escribiendo con libertad y que no amanezca un triste día en el que llegue la censura a mi blog.


¡Pobre España! Que pena tan grande como está mi país.

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