martes, 17 de noviembre de 2009

ALAKRANA, por fin vuelven a casa.


Me he alegrado mucho cuando he escuchado la noticia de la liberación del atunero vasco ALAKRANA, retenido por piratas en el océano Índico desde el 2 de octubre.
Una eternidad para esos marineros y para sus familias.
Por fin regresan casa y se acabó esa pesadilla.

Yo soy hija de marino.
Mi padre lo fue por muchos años, la primera vez que se embarcó tendría unos 15 años y se quedó en tierra cuando yo tenía unos 12.
He pensado mucho en estos marinos, que como decía mi madre salen a ganarse la vida por esos mares de Díos.
En cómo se habrán sentido y en el miedo que habrán pasado, pensando si alguna vez volverían a ver a los suyos.

Es muy duro que tu padre no esté en casa.
Pero más duro es pensar si estará bien.
Yo he visto a mi madre disimular su preocupación muchas veces.
Cuando no sabes nada de él y esperas.

Una vez una niña del colegio me dijo:
Tu ya estarás acostumbrada a que tu padre viaje.
Nunca te acostumbras a que tu padre no esté.

Mi padre hacia travesías muy largas y en ocasiones estaba muchísimo tiempo fuera.
El viaje que le tuvo más tiempo alejado de la familia duro unos 11 meses.
Tengo muy vivo ese recuerdo, tendría unos 9 años.
Mi madre fue a buscarlo, yo oí la puerta y corrí hacía allí.
Mi padre soltó la maleta, se puso de rodillas, abrió los brazos y con los ojos llenos de lagrimas me dijo: ¡Que grande estás!

Esa imagen se ha quedado grabada en mi memoria para siempre.

La vida en el mar es muy dura, no solo por tantas ausencias y añoranzas de todo tipo, familia, amigos, mascota, el hogar, la cama, el barrio.........
Luego está la convivencia en el barco, que no es fácil.
Lo peor es cuando el mar se pone bravo, hay que pasarlo para saber que es.

Yo hice un viaje con mi padre que nunca olvidaré.
Tenía 11 años, mi padre un buen cargo en el barco, un mercante bien grande.
El era el mayordomo, lo que significa que se ocupaba de todo lo relacionado con la alimentación, desde el abastecimiento, pasando por lo que se va a comer y continuando por el personal, tanto de cocina como los camareros de oficiales.
Por eso tenía la ventaja de que la familia podía viajar con él alguna vez al año.

Y yo emprendí una gran aventura.
Era la única chica en el barco, así que todos me trataban muy bien y me lo pasé genial.
Pinté la cubierta, y hasta le corté el pelo un marinero jajaja.
Mi madre y yo volamos desde Gran Canaria hasta Málaga y allí cogimos el barco.
Hicimos un gran ruta, todo un verano.
Hamburgo, Rotterdam, Amberes.
Y desde ahí hasta Argelia: Orán, Annaba....... y de vuelta a Hamburgo.

Estuve un montón de días sin ver tierra.
Una se siente muy extraña, miras y miras por todos lados y no la ves.
Y así un día tras otro, y llegué a una conclusión:
O amas el mar, o no lo aguantas.
Para mi era una novedad y me relajaba mirar el horizonte.
Las puestas de Sol, la inmensidad de la noche, las estrellas.
Y los delfines........ eso fue una pasada.
Parecía que le hacían una carrera al barco.
Pero yo me acostumbré muy rápido y si antes me gustaba, aprendí a amar el mar.

Pero una noche si que me asusté de verdad.
Al principio me reí, pero luego el mar se puso bien bravo.
El barco parecía una cáscara de nuez en el mar.
Era como si sacudieran una alfombra y estuviéramos encima de ella.
Yo salí literalmente volando del catre al sofá que estaba enfrente.
Entre todos no teníamos suficientes manos para coger todo lo que se movía en el camarote.
Las olas cubrían toda la proa, y la tormenta duró toda la noche.
A media mañana el mar parecía un plato, como si nada hubiera pasado.

Pero yo aprendí a que hay que tenerle respeto al mar.
Y no solo eso, sino el valor tan grande que tenía el trabajo de mi padre.
Porque además de todo lo dicho se jugaba la vida por nosotros cada día en el mar.

Y por si fuera poco, ahora, como en las películas, aparecen los piratas.
Pero esto no ha sido una película, ha sido una horrible pesadilla para muchas personas, yo me alegro que haya terminado y que por fin puedan regresar a casa con los suyos.
Todos ellos tendrán un antes y un después de este secuestro, marinos y familiares.
Seguro que a partir de ahora le darán importancia a esas pequeñas cosas que a veces pasan desapercibidas en el día a día y que tanto habrán echado de menos en estos 47 días.

¡Bienvenidos a casa todos los de la tripulación del ALACRANA!

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